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La Teoría de la “Iluminación” del Espíritu Santo: Una Revisión Crítica.

Por Wayne Jackson, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.

Existe una doctrina bastante común en la comunidad denominacional que está haciendo que su presencia se sienta cada vez más en el pueblo de Dios.

Es la noción de que el Cristiano tiene la promesa de una iluminación directa del Espíritu Santo. Esta teoría propone que el Espíritu Santo le guíe directamente a comprender e interpretar el texto de la Biblia.

La teoría sugiere que las Escrituras, tal como están actualmente, son incapaces de ser entendidas verdaderamente. Por implicación, por lo tanto, el mensaje divino es incompleto. (Pero vea: 2 Timoteo 3:16-17).

Y así, además de estudiar el registro bíblico con los métodos correctos de interpretación, se afirma que debe haber una acción directa del Espíritu de Dios en el corazón del estudiante de la Biblia. Esta influencia milagrosa efectúa una «iluminación» que hace que el significado del texto divino tenga un mayor enfoque.

La Historia de la Doctrina.

La teoría de la iluminación no es nueva. En realidad, es un residuo del antiguo concepto de depravación hereditaria humana.

Esta es la idea de que el hombre es tan desesperadamente depravado en virtud de la caída de Adán, que las Escrituras son incomprensibles para su deteriorada mente. Este dogma fue popularizado más prominentemente por el reformador, Juan Calvino (1509-1564 d. C.).

Algunos de los primeros «padres de la iglesia» introdujeron la idea de que la culpa del pecado de Adán fue contraída por todos sus descendientes.

Tertuliano (150 a 222 d. C.) sostuvo que una persona hereda tanto su cuerpo como su espíritu de sus padres (De Anima, cap. 23-41). Más tarde, Agustín (354-430 d. C.) enseñó una idea similar.

Cipriano (200-258 d. C.) había alegado que los bebés recién nacidos heredan «la infección de la muerte antigua» de Adán (Carta, lviii).

Orígenes (c. 185-254 d. C.) sugirió que un niño está contaminado con el pecado «aunque [su] vida no sea más que la duración de un día sobre la tierra» (Homilía en Lucas, xiv). Por este motivo, argumentó que ningún Cristiano debería celebrar el día del nacimiento (Homilía en Levítico, viii.3).

Y así, debido a la supuesta naturaleza corrupta del hombre, él no puede entender las Escrituras sin una guía divina directa. Calvino, citó la declaración de Pablo de que «nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo» (1 Corintios 12:3) como prueba de este dogma (vea los Institutos de Calvino, II, II, 20-21).

Pero este pasaje en Corintios simplemente afirma que la creencia en el señorío de Cristo depende de la misión reveladora del Espíritu. Sugerir que afirma que cada individuo debe tener una iluminación milagrosa directa y personal del Espíritu es asumir más de lo que dice el texto.

El Espíritu Santo es el autor de las Escrituras. Aparte de ese cuerpo de información, ningún hombre puede declarar el señorío de Cristo. En última instancia, esta preciosa afirmación debe ser atribuida al Espíritu.

Pero esto de ninguna manera establece la teoría de la iluminación directa.

Calvino probablemente tomó prestada la idea de iluminación de Agustín. Como ha señalado Norman Geisler, el teólogo norteafricano no solo enseñó que el Espíritu Santo es «el medio por el cual recibimos la revelación escrita por Dios (Confesiones 7.21), él es necesario [también] para iluminar y confirmar su verdad» (Homilía VI, citado en Geisler, 331).

Otros reformadores (por ejemplo, Lutero y Zuinglio) enseñaron ideas similares respecto a la necesidad de algún poder especial del Espíritu Santo para que uno pueda tener la capacidad de comprender las Escrituras. Esta noción se ha filtrado a muchos en el mundo moderno del sectarismo.

Henry C. Thiessen, un escritor bautista, escribió:

“[L]a iluminación del Espíritu Santo. . . Está garantizada a cada creyente. . . [lo que nos permitirá] entender la revelación que Dios ya ha hecho de Sí mismo, especialmente esa revelación de Él en las Escrituras” (Thiessen 45).

Roy Zuck es un ex profesor de Biblia en el Seminario Teológico de Dallas, a quien aprecio mucho. Su libro, “Basic Bible Interpretation” (Interpretación Bíblica Básica), es un volumen valioso en mi biblioteca.

Sin embargo, Zuck defendió poderosamente la idea de que «[n]adie puede comprender completamente el significado de la Biblia a menos que se regenere» (Zuck 22). Además, afirmó que incluso el Cristiano «también debe depender del Espíritu Santo» para tener una visión correcta de las Escrituras. Citó a H. C. G. Moule, quien escribió: «El Espíritu bendito no solo es el verdadero Autor de la Palabra escrita, sino también su Expositor supremo y verdadero» (Zuck 23, enfásis añadido).

Un Análisis

La doctrina de la «iluminación del Espíritu Santo» no es defendible, ya sea sobre una base lógica o bíblica. Considere los siguientes puntos.

Los pasajes a los que se apela como prueba del dogma se basan en suposiciones injustificadas que se les imponen (ver la referencia a 1 Corintios 12:3 citada anteriormente) o bien los supuestos pasajes de prueba se extraen de sus contextos originales y mal aplicados.

Por ejemplo, Juan 16:13 se emplea con frecuencia para probar la idea de una «iluminación» especial (ver Zuck, 24). «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad».

Pero este texto se refiere a los apóstoles y, por implicación, a otros que debían ser dotados de poderes de enseñanza milagrosos.

Aquellos que estaban tan empoderados proclamaron el evangelio en ese período de tiempo previo a la finalización del canon del Nuevo Testamento.

Esta promesa del Señor no tiene una aplicación directa para los Cristianos de hoy (vea Juan 14:16-17, 26; 15:26-27; 16:12-16; también Mateo 10:19-20; Lucas 21:14-15).

Es una farsa el usar mal estos contextos y de manera tan irresponsable.

Aquí hay algunas preguntas importantes que deben ser respondidas.

  • Si el Espíritu Santo ilumina la mente del estudiante Cristiano, ¿es el Espíritu Santo tan infalible como expositor como lo fue en su papel de autor del mensaje sagrado? ¿Si no, por qué no?
  • Además, ¿cómo sabríamos si hemos sido «iluminados» y cuándo?
  • Si alguien afirma que ha sido iluminado con referencia a un pasaje en particular, ¿puede alguna vez alterar su visión de ese texto? Si es así, ¿le engaño el Espíritu antes?

Luego está esto. Si una persona ha sido iluminada con respecto a un pasaje, ¿todos los demás que toman una opinión diferente están erróneos? Si dos personas reclaman por iluminación, pero difieren en la interpretación de un pasaje, ¿cómo podría saber cuál de estas está en lo correcto, o si alguna de las dos lo está?

¿Puede el Espíritu Santo Hacer un Mejor Trabajo la Segunda Vez?

Y tal vez la implicación más grave de todas es esta. Si el Espíritu Santo no pudo hacer que las Escrituras sean comprensibles para el hombre la primera vez por la revelación en una forma objetiva por escrito, ¿cómo podemos estar seguros de que es capaz de hacer que la voluntad de Dios sea comprensible la segunda vez mediante un proceso de iluminación aparentemente subjetivo?

Tenga en cuenta la concesión del profesor Zuck. Él dice que el papel del Espíritu en la iluminación «no significa que las interpretaciones de uno sean infalibles» (24; énfasis agregado).

Esto es totalmente inconsistente con el respaldo de Moule por parte del prestigioso profesor, a saber, que el Espíritu es Autor y Expositor de las Escrituras para el creyente.

Y si el «único Espíritu» está iluminando a estos hombres (que aceptan esta posición), ¿por qué no están de acuerdo entre sí en sus posiciones doctrinales? El sentido común dice que algo está seriamente mal con esta teoría.

¿Por qué Escribir Libros sobre la Interpretación de la Biblia?

Si el Espíritu Santo proporciona iluminación a los hombres hoy en día, ¿por qué los académicos que se suscriben a esta ideología escriben libros que enseñan a la gente los métodos apropiados de interpretación de la Biblia como lo hizo el profesor Zuck?

De acuerdo con su teoría, tales esfuerzos no tienen ningún valor para el incrédulo, porque no tiene «capacidad espiritual para acoger y apropiarse de las verdades espirituales» (Zuck, 22). Y sus libros no deberían ser necesarios para nadie que tenga el Espíritu iluminador, el supuesto «Expositor» de la verdad.

Una Prueba de la Teoría

¿Qué pasaría si proponemos el siguiente experimento?

Elija dos personas Cristianas espirituales y colóquelas en cuartos separados. Provéales un texto bíblico difícil con el que cada persona no esté familiarizada.

Deje que una de ellas tenga acceso a una buena biblioteca de obras de referencia, y proporcione al otro nada más que una habitación vacía y su iluminación por el Espíritu.

Permita a cada una varias horas de concentración. Luego, pida a cada una que escriba su explicación del texto desconocido.

Con toda seguridad, la persona con acceso a la biblioteca comprenderá mejor el pasaje que la que ha confiado únicamente en la «presencia» del Espíritu.

Si alguien se opone a esta prueba, solo tenemos que apelar a la advertencia del apóstol de Cristo.

“Amados, no creáis a todo espíritu [es decir, toda persona que hace un clamo religioso], sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1).

¿Qué Dicen las Escrituras?

La doctrina de la iluminación especial contradice el claro testimonio de las Escrituras. Se le promete al estudiante devoto que es capaz de entender la Palabra de Dios como fue dada originalmente.

Cuando Pablo escribió a los hermanos de Éfeso, afirmó que «leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo» (Efesios 3:4). El apóstol no sugirió que sería necesaria la lectura más una intervención especial del Espíritu.

Más tarde, amonestó a estos santos: «Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor» (Efesios 5:17).

Si la teoría que se está revisando es cierta y si el Cristiano no entiende la voluntad del Señor, aunque estudie con diligencia, la responsabilidad debe estar a los pies del Espíritu Santo.

Finalmente, el testimonio de Pablo no pudo ser más claro. La Escrituras inspirada es:

“… útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

Las Escrituras por sí solas son suficientes para que el hombre comprenda la voluntad divina.

Conclusión

No tenemos ninguna duda, muchos de los que defienden la teoría de la iluminación especial del Espíritu Santo son sinceros. Pero la sinceridad no garantiza la exactitud (Hechos 23:1; 26:9).

Además, debería ser motivo de gran preocupación para los líderes de la iglesia que muchas de nuestras personas estén comenzando a usar este tipo de lenguaje, reflejando creencias erróneas que han adoptado con respecto a la operación del Espíritu.

El problema es este. Tenemos numerosos Cristianos en estos días que tienen una base de conocimiento más superficial en la doctrina del Nuevo Testamento. Combine este hecho con la realidad de que muchos se alimentan constantemente (o están siendo alimentados por otros) de la literatura sectaria que está a la altura de tales ideas.

Hay un resultado inevitable a raíz de tal curso.

Ciertamente es hora de una enseñanza seria en la iglesia del Señor sobre asuntos relacionados con el Espíritu Santo.


Obras Citadas

Geisler, Norman. Baker Encyclopedia of Christian Apologetics. Grand Rapids: Baker, 1999.

Thiessen, Henry C. Lectures in Systematic Theology. Grand Rapids: Eerdmans, 1949.

Zuck, Roy. Basic Bible Interpretation. Wheaton, IL: Victor Books, 1991.

 

 

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