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El Poder de la Palabra de Dios

En algún punto del desierto entre Jerusalén y Gaza, el evangelista Felipe se encontró con un hombre que no entendía lo que leía. Este hombre le dijo, “¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?” (Hechos 8:31).

Tristemente, en este mundo, lleno de tanta confusión y oscuridad, muchos no se atreven a hacer las preguntas o buscar las respuestas acerca de que hacer para estar en paz con Dios. ¿Cómo podemos saberlo? ¿Cómo saber adonde debemos ir? Nuestro Salvador Jesucristo, responde simplemente a esta pregunta hecha por Tomás, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Interesantemente, la Palabra de Dios, unas líneas después de los eventos ocurridos entre el evangelista y el etíope, nos habla acerca de un hombre, opositor de las enseñanzas de Jesucristo, y como él, en su camino hacia Damasco, escuchó estas palabras, “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4). Muchas veces seguimos caminos que no son los correctos, no van de acuerdo con la voluntad de Dios, y es Dios quien nos da la oportunidad de encontrar el camino correcto a través de su Palabra. En esta ocasión, fue nuestro Salvador quien habló directamente a Saulo, pero, hoy en día, lo hace Dios a cada uno de nosotros a través de Su palabra, la cual esta escrita en estos pequeños libros a los que llamamos Biblia, que, literalmente quiere decir, “Los Libros”. Estos libros no son producto de la imaginación de algún “escritor” supuestamente famoso. Son el resultado de la inspiración verbal y completa que Dios dio a aproximadamente 40 hombres de diversos orígenes a lo largo de 1500 años. No los tenemos por casualidad o accidente, sino por la voluntad de nuestro Padre todopoderoso.

Fue el mismo Saulo, una vez convertido y luego conocido como Pablo, que escribió,

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

Y fue el mismo hombre que escribió a los Cristianos en Roma,

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:16-17).

La palabra que hoy conocemos como “dinamita” en nuestro idioma español, tiene su origen de la misma palabra que es traducida en el pasaje anterior como “poder”. ¿Acaso la Palabra de Dios no tiene un poder explosivo? Leamos lo que escribió el salmista,

“Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmo 33:9).

En el primer libro de la Biblia, en el primer capítulo, en ese hermoso libro escrito por el inspirado Moisés, el libro de Génesis, se nos dice una y otra vez, “… dijo Dios …” (Génesis 1:3,6,9,11,14,20,24,26,28,29).

El evangelio son las buenas nuevas, el mensaje de salvación, que consiste en la muerte, sepultura, y resurrección de nuestro Salvador. Un mensaje que un perseguidor de Cristianos arrepentido y convertido no se avergonzaba de predicar, porque él mismo reconoció que es el poder de Dios para salvar a todo aquel que cree. Cristo vino a los judíos, creció con ellos, vivió con ellos, le predico a ellos, pero ellos le rechazaron. El pueblo elegido de Dios, cuyo propósito principal era que el Mesías nacería entre ellos y vendría al mundo, no reconoció al Mesías cuando lo tuvo con ellos. Por griegos, el apóstol Pablo simplemente se refiere a todo aquel que no era judío. Por lo que el evangelio, ese poder de Dios para salvación, no excluye a nadie. Todos nosotros tenemos la oportunidad de escucharlo y tomar una decisión en base a lo que escuchamos. Podemos seguir la voluntad de Dios, o seguir el camino de perdición en el que andamos sin Él. Recordemos que fue Jesucristo quien nos afirmó que Él es el camino, la verdad, y la vida.

“El justo por la fe vivirá”. No por lo que él piense que es correcto, no por lo que a él le guste más, no por lo que la mayoría opine, no por lo que este servidor diga, escriba, o piense, sino por la fe. Solamente en Cristo somos justificados. Solamente en Él somos salvos. Solamente en Él sabemos cómo adorar a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:24).

Deseo concluir con las palabras del apóstol Pablo a los Cristianos en Corinto, acerca de ese día en que todos tendremos que dar cuentas,

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

Todos, sin excepción, pasaremos a ese tribunal. El Papa Juan Pablo II, Mahoma, la Madre Teresa de Calcuta, Billy Graham, Stephen Hawking, y muchos otros ya saben que el evangelio no es un cuento de hadas o fantasía, sino que es la verdadera palabra de Dios. Hoy esperan por su juicio, y nosotros también lo haremos ya sea cuando partamos de esta vida, o si nuestro Señor decide venir antes. Está en cada uno de nosotros el tomar la decisión de hacer lo que es correcto ante los ojos de Dios, y eso es obedecer el evangelio. ¿Deseas hacerlo? Con mucho gusto te ayudaremos, estudiaremos contigo, y responderemos las preguntas que tengas. El día es hoy, mañana puede ser muy tarde.

Dios te bendiga.

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