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Predique la … ¿qué?

Es domingo por la mañana, todos los hermanos están sentados en sus sillas o bancos esperando escuchar el mensaje que el predicador está a punto de entregar. Cuando el predicador abre la boca, comienza a hablar de …. ¿Qué?

Cuando una persona visita el edificio de la Escuela de Predicación de Memphis (MSOP), tan pronto como abre la puerta principal, ver un enorme arte hecho en el piso, el nombre de la escuela, un globo terráqueo, una mano sosteniendo una Biblia y el lema de la escuela, “Predica la Palabra”. Las mismas tres palabras que fueron el tema de su conferencia en 2016, cuando estaban celebrando el 50 aniversario de la escuela. Pero estas palabras no son la idea o la inspiración de ningún miembro de la facultad actual o anterior. Estas tres palabras provienen de la Biblia,

“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2).

El apóstol Pablo, en su propósito de animar y guiar a su hijo en la fe, Timoteo, le proporcionó, a través de sus cartas, detalles importantes que este joven necesitará saber para cumplir su ministerio. Uno de ellos, como el texto anterior, debía alentarlo a predicar lo que debía predicarse.

Hoy luchamos no sólo contra los que enseñan la falsa doctrina, sino también con aquellos que no dedican el tiempo requerido para estudiar la Palabra de Dios para preparar sermones serios y fieles que estén llenos de Su Palabra. En cambio, hay muchos que van al Internet, eligen un “sermón” escrito por otra persona (peor si proviene de un “pastor” denominacional), e intenta predicarlo, sin dar la diligencia en buscar si lo que está diciendo es correcto, o lo que implica es según la voluntad de Dios. Hay otros que escogen un verso y deciden usarlo como texto para toda la lección, pero sólo leen ese pasaje al principio, lo olvidan y se dedican a predicar sobre sus experiencias personales.

Este párrafo es una especie de versión adaptada de lo que algunos de los mentores e instructores de este escritor enseñaron sobre la importancia del tiempo del sermón. El tiempo es importante y valioso. Según un artículo de un periódico conocido en Panamá, en este país, el salario mínimo es el más alto en América Latina, siendo una cantidad mensual de $744. Haciendo un cálculo rápido, para una persona que trabaja 40 horas a la semana, 4 semanas al mes, esto podría ser alrededor de $4.60 por hora. Nuestros hermanos toman, en algunos casos, alrededor de dos horas para venir y salir de los servicios cada domingo, con al menos 30 minutos para escuchar al predicador ofrecer el mensaje del día. Si estamos hablando de una congregación de treinta miembros, estamos tomando alrededor de 15 horas de su tiempo de trabajo (como un grupo), y alrededor de $69 de sus salarios (como un grupo). Aunque puede parecer un número pequeño, lo importante es que están tomando ese tiempo fuera de sus rutinas diarias, para venir y adorar a Dios, y merecen que el predicador no se dedique a quejarse del gobierno, o de su vida, o contar historias sobre cosas que le sucedieron. Ellos vienen a escuchar acerca de Dios, y merecen escuchar la Palabra de Dios, y no a la palabra y la vida del predicador. Sí, es cierto, hay algunas buenas historias que podemos compartir en el púlpito, pero hay hechos mejores y más edificantes y verdaderos que son historia en la Palabra de Dios que pueden cumplir un mejor propósito. Esta es una gran razón por la cual debemos llenar nuestros sermones con la Palabra de Dios y no con nuestra palabra.

No se trata solamente de lo que Pablo le dijo a Timoteo: “que prediques la palabra”, sino también lo que nuestro Señor y Salvador dijo a los apóstoles,

​“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).

​El inspirado escritor Mateo escribió la misma idea con un pequeño cambio en sus palabras,

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).

El apóstol Pedro escribió,

​“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3).

Y, volviendo a la epístola de Pablo a Timoteo,

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarg:uir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

Todo, absolutamente todo lo que el predicador necesita cada vez que habla a la congregación, se encuentra en ese pequeño libro que llamamos Biblia. Ese es el libro que los hermanos necesitan escuchar cuando vienen a los servicios. Merecen escuchar la Palabra de Dios que se prediqué con valentía. No hay nada malo en traer algunas noticias o experiencias recientes al mensaje, pero éstas no deben ser el contenido completo o la idea principal del sermón.

Pablo escribió a los romanos acerca de la necesidad de predicar,

​“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:14-15).

Necesitamos hombres valientes y fieles que apoyen la Verdad, que es la Palabra de Dios (Juan 17:17), y salgan y prediquen, no lo que quieren decir, o lo que ellos piensan que debe decirse, sino lo que Dios quiere que cada hombre escuche.“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo…”

Debemos proclamar la Palabra de Dios sea que la gente escuche o no. El Cristianismo es 24/7 y debemos darnos cuenta de eso. No es como los trabajos seculares que se mencionaron antes, y ciertamente no se trata del salario, porque hay algunos que están predicando sin ingresos, pero lo hacen porque saben que hay una recompensa mayor.

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).

Nuestro Señor cumple Sus promesas siempre, y ésta todavía está allí. Debemos permanecer fuertes en hacer Su voluntad, estar listos para el día en que Él venga

“Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” Pablo nunca le dijo a Timoteo que predicara solamente sobre las cosas bonitas de la vida. Tampoco le dijo que lo hiciera sólo en lo que está mal en el mundo. Y ciertamente, no le dijo a Timoteo que hablara de sí mismo. Quien predica, necesita evitar el error de empezar a hablar de sí mismo. No se trata de nosotros, sino de Dios. Cuando seguimos predicando y diciendo a los hermanos lo grandes que somos, entonces, dejamos de darnos cuenta de que no somos tan grandes, y ellos pueden ver y entender por qué. Como la frase famosa “no hay yo en Equipo”, bueno, tampoco hay yo en Predicar. Todos formamos parte del mismo equipo, el cuerpo de Cristo, Su Iglesia. Todos estamos asignados a la misma meta, ir al Cielo, estar con Él. Nosotros, los predicadores, necesitamos entender que todo lo que hacemos, no es para nosotros mismos, sino para glorificar a Dios, y esto no es sólo para los predicadores, sino para todos los que se identifican como Cristianos.

«Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).

Enseñemos y prediquemos la Palabra de Dios, en toda su majestuosidad, como Dios nos la dio. Podemos contar historias acerca de nosotros después del servicio, pero, amados hermanos, mientras estamos reunidos para alabar y traer gloria a Él, hagamos eso, sólo eso. Él merece lo mejor de nosotros, ya que Él siempre nos da lo mejor de Él.

¡Dios te bendiga!


Artículo escrito por Marlon Retana, originalmente publicado
en el blog del sitio web http://www.goyeintoall.org
el 14 de agosto de 2017, y migrado a este sitio web recientemente.

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