Por Neal Pollard, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
Las personas abordan el tema muy delicado del matrimonio, el divorcio y segundas nupcias de varias maneras. Algunos, ignorantes de lo que Jesús dice al respecto, hacen una ley para ellos mismos y proponen una serie de “alternativas” que incluyen la convivencia sin matrimonio, la homosexualidad, el adulterio y cosas por el estilo. Algunos se han vuelto más estrictos que Jesús, diciendo que el divorcio bajo cualquier motivo es un pecado. Esto es hacer una ley donde Dios no la ha hecho (Proverbios 30:6; Apocalipsis 22:18-19). Algunos se han vuelto menos estrictos que Jesús, haciendo concesiones donde Él no las ha hecho. Una de las concesiones más comunes es la idea de que esta ley no se aplica a todos. Además, algunos han tratado de hacer que el pecado de adulterio sea algo distinto del contexto que es mostrado. Aquí hay cinco razones por las cuales la ley de Dios sobre matrimonio, divorcio y segundas nupcias es aplicable a todos.
(1) Jesús Vuelve Al Principio De La Creación (Mateo 19:4,8).
Jesús no está enseñando algo que estaba limitado a Su propia época y ciertamente no era una expresión de la Ley de Moisés (ver 19:7-8). En cambio, Jesús regresa al origen de los tiempos, a Adán y Eva en el Jardín. Jesús, al dar Su mandamiento, se extiende más allá de Moisés, al “principio”. Esto muestra una intemporalidad en el mandamiento. Dios lo diseñó de cierta manera, el hombre lo distorsionó, y Jesús dicta una nueva forma que es de naturaleza universal. Apunta hacia adelante en dirección atrás al inicio.
(2) Lo Que Dios Ha Unido No Debe Ser Separado (Mateo 19:6).
Cuando dos personas tienen derecho a casarse, sea o no que un predicador o una persona religiosa realice la ceremonia, Dios es quien los está uniendo. El versículo nueve da la única excepción de Dios para permitir que se rompa el vínculo matrimonial y solamente para la persona contra quien se comete la fornicación (la “parte inocente”) (vea la última frase en el versículo nueve). No hay una frase calificada más allá de esa excepción para justificar la terminación de un matrimonio y la formación de otro.
(3) La Enseñanza De Jesús Es Explícitamente Clara (Mateo 19:9).
Realmente se requiere “ayuda experta” para malinterpretar lo que Jesús enseña aquí. Remueva la excepción y aquí está la “regla” que dice: “cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.” ¡Eso no podría ser más claro! La excepción también está perfectamente clara.
(4) La Reacción De Los Discípulos (Mateo 19:10).
Su reacción es en realidad extrema. Llegan a la conclusión de que es mejor no casarse. Jesús no valida ese pensamiento, pero nos da una idea de lo que ellos entendieron. ¡La ley de Jesús para el matrimonio, el divorcio y segundas nupcias es estricta! Si “adulterio” significara simplemente “romper el pacto”, ¿reaccionarían así los discípulos? Uno simplemente debería “arrepentirse” de haber roto sus votos matrimoniales y luego ingresar a otro matrimonio. Si Jesús hubiera querido decir eso, los discípulos difícilmente hubieran reaccionado en manera alguna.
(5) La Respuesta Final De Cristo Sobre Los Eunucos (Mateo 19:11-12).
Jesús aclara cualquier duda por cómo termina esta discusión. Habla de tres clases de eunucos: los que nacieron de esa manera, los que los hombres hicieron así y los que se hacen así “por causa del reino de los cielos”. Siendo sutiles aquí, entendemos lo que significa ser un “eunuco”. Eso es fundamental de lo que nuestro Señor está diciendo y una de las bendiciones que acompañan a la relación matrimonial. Aquellos que se divorcian por razones distintas a la excepción que Jesús da en el versículo nueve tendrían que estar en la tercera categoría de personas discutidas en el versículo doce.
Esta no es una verdad que se puede entregar con una mirada fría, un puño fuerte y un corazón crítico. Es una que probablemente estará acompañada de un corazón roto, lágrimas cegadoras y una vacilación extrema. Probablemente no hay nada más desagradable de enseñar, pero como parte de “todo el consejo” (Hechos 20:27), debe enseñarse. La cultura no puede ser la autoridad en este asunto. Tampoco puede serlo la emoción. En cambio, como siempre, debemos permitir que Jesús sea la autoridad (ver Colosenses 1:18; 3:17; Mateo 28:18).