Por Jared Jackson, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
La Gran Comisión.
Un ex recaudador de impuestos, un activista político y unos pescadores: once hombres hebreos comunes. Al no tener organización ni recursos, sino por su fe en las promesas de Jesucristo, a estos ciudadanos de Palestina del primer siglo les fue ordenado por el Señor que hicieran lo imposible: ir y evangelizar el mundo. ¡Qué tarea tan increíble, qué responsabilidad tan impresionante!
Pero cada uno de los once, con la adición posterior de dos más, sirvió noblemente a su Maestro, cumpliendo su mandato y dedicando sus vidas, y las vidas de sus familias, a llevar el evangelio de Cristo a las naciones.
Y esta carga, través de los siglos, ahora reposa en nosotros. Debemos evangelizar el mundo. No debemos permitir que nuestros amigos y seres queridos, ni los extraños que se encuentran lejos, pasen de este mundo sin escuchar las buenas nuevas: que Jesús los salvará de sus pecados.
Así que, ¿eres un evangelista?
Todo miembro es un evangelista.
Moisés no quería hacerlo. No podía imaginarse a sí mismo como el portavoz de Dios delante del Faraón. Pero Dios lo “convenció” de tomar el trabajo. Él proporcionaría lo que fuera necesario para la tarea en cuestión. Moisés solo necesitaba entender que Jehová no le estaba pidiendo que regresara para salvar a los hijos de Israel. Le estaba ordenando ir.
Del mismo modo, debemos entender que el Señor no solo pide que lo ayudemos a salvar a otros, sino que Él lo ordena. Si has sido salvado de tus pecados, se espera que ayudes al Salvador a encontrar a otros para ser salvos. Se espera que seas un evangelista.
El término “evangelista” proviene del griego euangelistes, (eu, bien; angelos, mensajero). Se refiere a alguien que proclama el buen mensaje, un heraldo del evangelio. A menudo, el término se usa en el Nuevo Testamento en un sentido restringido, equivalente a un predicador del evangelio, un ministro (cf. Hechos 21:8; Efesios 4:11; 2 Timoteo 4:5). En este sentido, una mujer no puede servir como evangelista (1 Corintios 14:34; 1 Timoteo 2:12).
Pero en un uso general del término, cualquier persona, hombre o mujer, que lleva el evangelio a otros a través de diversos medios, es un evangelista. Y todo Cristiano debe involucrarse, de alguna manera, en la difusión del evangelio de Jesucristo a través del evangelismo.
La recompensa del evangelismo.
Jesús sabía que, en un plazo de veinticuatro horas, estaría muerto. ¿Qué harías durante tu último día? Él se tomó el tiempo, valiosos y preciosos minutos, para lavar los pies sucios de sus discípulos. ¿Por qué hizo eso? Para hacerles hincapié en el hecho que “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.”
El Cristianismo es una religión inmersa en el servicio y el sacrificio, desde nuestro Rey hasta el miembro más humilde. Servimos, porque Él nos sirve. Se nos manda servir a nuestros hermanos en Cristo, e incluso a nuestros enemigos. Cuando prestamos nuestros sacrificios de servicio, ayudamos a otros a encontrar a su Dios y su camino a casa.
Quizás lo más irónico sobre el tipo de servicio exigido por la religión de Cristo es que al servir a los demás, encontramos nuestro mayor cumplimiento. Nunca estarás más contento que cuando ayudas a alguien más a mejorar su posición en la vida o, lo que es más importante, a mejorar su relación con el Creador.
Es por eso que lo mejor que puedes hacer es servir a los demás siendo evangelista. Al ser un mensajero de Cristo, recibirás la máxima recompensa: la satisfacción de saber que pudiste ayudar a Jesús a encontrar un alma perdida.
Cristo promete grandes recompensas para aquellos que sirven de esta manera. Su reconocimiento y alabanza deben motivarnos a querer convertirnos en sus evangelistas.
Cómo ser un evangelista.
Es posible que no puedas desempeñar el papel de predicador, maestro, anciano o diácono. Pero en el sentido general, puedes ser un evangelista. Aquí el cómo hacerlo.
Ir haciendo el bien.
Con gran atención, Cornelio escuchó mientras Pedro le contaba acerca de Jesús, el hombre de Nazaret y cómo éste anduvo haciendo bienes (Hechos 10:38). Con Cristo como nuestro ejemplo, una de las mejores maneras en que puedes comenzar a ser evangelista es realizar tus actividades diarias en busca de cosas buenas por hacer.
Pablo lo resumió de esta manera:
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).
Durante muchos años, los Boy Scouts fueron conocidos por su hábito de realizar una “buena acción” diaria. Se alentaba al joven scout a “comenzar de inmediato con una Buena Acción diaria; nada espectacular, pero solo algo que de otra manera él probablemente no haría.”[1]
Qué maravillosa y práctica implementación de este principio para el Evangelista Cristiano, no solo a diario, sino, como lo señaló Pablo, en cada oportunidad. No puede haber mejor cumplido que haber dicho de ti: “Él siempre está haciendo el bien”.
Las buenas obras son tu primera herramienta de evangelismo. Ellas abren la puerta. Le dejan saber a alguien que te importa. Domina el ejemplo de Cristo (Hechos 10:38) y estarás bien encaminado para ser un evangelista de primera clase.
Hablando con amigos.
¿Tienes amigos o familiares que necesitan la salvación? Muchas veces, es difícil hablar con alguien sobre su condición espiritual. Aquí hay una fórmula que puede ser útil.
En lugar de tratar de “ganar un argumento”, intenta simplemente decirles que has estado orando por ellos. O que has estado pensando en ellos, que estás preocupado. Con un genuino sentido de atención, no pueden evitar querer asegurarte de que están bien.
Tal vez, en ese momento, puedas establecer un estudio bíblico “solo para asegurarte”. ¿No te haría sentir mejor si te dieran el tiempo para presentarles el Evangelio? O, si te prometen que leerán algo y lo considerarán.
Tal vez sería útil centrarse en expresar preocupación, pedir una audiencia justa y brindarles la oportunidad de escuchar el Evangelio. Ya sea a través del predicador, un folleto, un artículo o una grabación, has cumplido con tu responsabilidad amorosa de llevarles el mensaje de Cristo.
Ayudando a las obras evangelísticas.
Los Cristianos en Filipos estaban ansiosos por ayudar a Pablo a cumplir la súplica del Salvador. Pablo respondió:
“Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:3-6).
En términos generales, la mayoría de nosotros tenemos círculos de influencia algo limitados. Tenemos nuestras familias, aquellos con quienes adoramos, nuestros amigos en el trabajo, vecinos con los que vivimos y conocidos que nos encontramos de vez en cuando. Pero hay mucha más gente allí afuera, unos 7 mil millones.
No podemos ir individualmente a cada persona en el mundo. Estamos limitados por las exigencias de la vida, la responsabilidad de la familia y nuestra ubicación geográfica. Sin embargo, podemos cooperar y ayudar a otros a expandir las fronteras del reino. En conjunto, podemos llegar a muchas más personas de las que podemos individualmente.
Muchas congregaciones apoyan a los misioneros para difundir el evangelio a lugares lejanos. Estas personas dedicadas no reciben la alabanza y la gratitud que merecen en esta vida (aunque el Señor sabe). A menudo sacrifican la comodidad y la conveniencia para llevar el evangelio a esas tierras lejanas. Y, demasiado a menudo, su seguridad también está en peligro. Ciertamente, el misionero es un noble servidor.
No puedes hacer un mejor servicio que ayudar a alguien más a enseñar el Evangelio. A través de los esfuerzos combinados de los Cristianos, miles y miles de almas se han salvado de esta manera, almas que estaban condenadas y no hubieran sido rescatadas si los buenos Cristianos no hubieran apoyado una misión.
Tomemos, por ejemplo, este trabajo, el sitio web de Christian Courier. En los últimos tres meses, hubo más de 108,000 visitantes que vieron más de 250,000 documentos diseñados para mejorar su fe. Se hicieron contactos en 73 países diferentes.
Si bien cada artículo puede llevar el nombre de un autor, lo que no se ve son las docenas de ayudantes que tenemos que apoyaron regularmente este trabajo: las iglesias, tanto pequeñas como grandes; la amable anciana que envía $10 cada mes para ayudar, aunque nunca usó una computadora ni vio un sitio web; las docenas de otros que se sacrifican para que el mensaje del Maestro se transmita por todo el mundo.
Sin estos partidarios, este sitio web no existiría. Son los trabajadores desconocidos en el Christian Courier, pero el Señor sabe el “fruto que abunde en vuestra cuenta.”
Puede que no tengas la capacidad de hacer el sacrificio para ir, pero seguramente puedes hacer lo que hicieron los Filipenses. Se un evangelista – apoya un trabajo misionero fiel.
Alentando a los Líderes de su Congregación.
Tus ministros locales, ancianos y diáconos necesitan tu estímulo. Puede que no lo parezca, pero es cierto.
Considera a tu ministro local, se espera mucho de él. Debe dirigir a la congregación en el estudio de la palabra de Dios. Ya sea que el mensaje nos aliente, nos reprenda o nos instruya, es un trabajo exigente que requiere habilidad y dedicación.
Se espera que el predicador visite a los enfermos, los ancianos y los débiles. Él espera al lado de la cama junto a aquellos que pronto se encontrarán con su Creador. A menudo trabaja bajo crítica, a veces válida, a veces no. Con frecuencia sacrifica su “tiempo familiar” personal por los intereses de la iglesia.
Los líderes de su congregación trabajan de manera similar, porque aman a la iglesia de Cristo. Puedes ser un evangelista al animar a aquellos que han dedicado su vida al trabajo de evangelismo en tu congregación local. Tu colaboración, a través del apoyo, las palabras amables y la gratitud reflexiva, significa mucho.
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20).
El Señor depende de ti. Puedes hacerlo. Se un evangelista.
REFERENCIAS BÍBLICAS
Hechos 21:8; Efesios 4:11; 2 Timoteo 4:5; 1 Corintios 14:34; 1 Timoteo 2:12; Hechos 10:38; Gálatas 6:9-10; Filipenses 1:3-6; Mateo 28:19-20
OBRAS CITADAS
[1] Reynolds, E. E. 1944. “Chapter 6 — Citizenship,” Boy Scouts. London.