Por Allen Webster, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
La pasión a menudo separa el éxito y el fracaso. El estratega militar francés Ferdinand Foch dijo: “El arma más poderosa de la Tierra es el ardiente alma humana”. Helen Keller dijo una vez: “La vida es o una gran aventura o nada”. El filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel dijo: “Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión”. El fuego en el interior afecta a todo lo que está en el exterior. William Ward escribió: “El entusiasmo y la persistencia pueden hacer de una persona promedio una persona superior; la indiferencia y el letargo pueden hacer de una persona superior una promedio”. El trabajo duro supera al talento cuando el talento no funciona. El conocimiento es valioso, pero la pasión es invaluable. Albert Einstein dijo: “No tengo ningún talento especial, simplemente soy apasionadamente curioso”. En nuestro viaje espiritual, la pasión puede ayudar a proporcionar el incentivo para continuar hasta el cielo.
Dios quiere que los Cristianos sean fervientes en espíritu (Romanos 12:11) y celosos de buenas obras (Tito 2:14), sin importar cuán frío sea nuestro ambiente espiritual (Mateo 22:35–40). Ferviente (zeo) significa “hervir con calor”. Jesús fue “consumido” con pasión por Dios (Juan 2:17). Apolos era fervoroso en espíritu (Hechos 18:25). El celo de los Cristianos en Corinto estimuló a la mayoría (2 Corintios 9:2).
¿Cómo aumentas tu pasión espiritual?
1. Busca y evalúa tu relación con Dios.
Todo Cristiano necesita hacer estas cinco penetrantes preguntas:
- ¿Qué es lo que más me apasiona? A muchos les apasionan las cosas insignificantes; a otros les apasionan las actividades pecaminosas (Filipenses 3:6). Las Escrituras hablan en contra de seguir pasiones pecaminosas por lo menos veintisiete veces.
- ¿Cómo me recordará la gente? Las personas que mejor te conocen también conocen tus pasiones. ¿Qué dirían tu familia, compañeros de trabajo, vecinos y amigos que te apasiona más?
- ¿Estoy satisfecho con mi pasión por Dios tal como está ahora? En una escala de 1-10 (1 = frío, 5 = tibio, 10 = caliente), ¿cómo lo calificarías? ¿Es tendencia hacia arriba, hacia abajo, o se mantiene igual? Un predicador preguntó a los miembros: “¿Cómo está su andar espiritual con el Señor?” Algunos dijeron: “Bien”; otros, “podría ser mejor” o “algunos días mejor que otros”. La mayoría dijo: “está bien”. ¿Estamos satisfechos con ese “está bien”?
- ¿Qué hay que cambiar para que Dios se convierta en mi mayor pasión? (Mateo 18:8-9). Piensa en un momento en que su pasión espiritual era alta (Apocalipsis 2:5). ¿Qué circunstancias lo causaron? Piensa en un momento en que tu pasión espiritual murió. ¿Qué lo causó? Aprende del pasado.
- ¿Cómo puedo mantener mi temperatura espiritual alta cuando estoy rodeado de influencias frías? Muchos tienen una fe tibia en un mundo de personas con témpanos en sus almas.
2. Regresa y párate debajo de la cruz (Juan 12:32).
- S. Lewis (1898–1963) dijo: “El Cristianismo, si es falso, no es importante. Si no es falso, es infinitamente importante. Lo único que no puede ser, es medianamente importante”. Sea serio acerca de las cosas serias. Algunos piensan en la cruz con la misma despreocupación que sienten por un plato de avena. Se alejan cuando el predicador cuenta la historia familiar de la muerte de Jesús. Fue en la cruz que nos enamoramos de alguien que nos amó lo suficiente como para morir para que podamos vivir. También es en la cruz que recuperamos esa pasión al revivir las escenas de la última semana de Jesús. Tómate tiempo para leer de nuevo, lenta y significativamente, como si estuvieses en la multitud, estos capítulos: Mateo 21–28; Marcos 11-16; Lucas 19–23; Juan 12-21.
3. Proyéctate hacia el juicio (Mateo 25:31-33).
Mirar hacia el juicio venidero nos moderará. Pablo escribió de Jesús, “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1:28).
4. Mira internamente y reexamina tus motivos.
Para mantenerse a largo plazo, todo Cristiano debe prestar atención a dos cosas: propósito y pasión. El propósito tiene que ver con nuestra cabeza: la educación y el pensamiento correcto sobre lo que Dios manda y espera. La pasión tiene que ver con nuestro corazón. El propósito nos señala en la dirección correcta (el cielo) y la pasión nos impulsa a ir allí.
Pasión y propósito van de la mano. La pasión (fervor) sin propósito (conocimiento) es una imprudencia; nadie se beneficia de la ignorancia apasionada (Romanos 10:2). Un Cristiano sin pasión es como un río sin agua. Un Cristiano sin propósito es un río sin orillas. Benjamín Franklin dijo: “Si la pasión te controla, deja que la razón tome las riendas”. Napoleón Bonaparte dijo: “La gran ambición es la pasión de un gran carácter. Las personas dotadas con ella pueden realizar actos muy buenos o muy malos. Todo depende de los principios que los controlan”.
Así que debemos definir nuestro propósito antes de poder aumentar nuestra pasión. ¿Qué motivos nos impulsan a predicar o a servir? Hay motivos erróneos para hacer lo correcto (1 Corintios 13:1-3). Servir a Dios nunca debe ser sobre lo siguiente:
- Dinero (Hechos 20:24, 33).
- Nuestra gloria (1 Corintios 9:16; 2 Corintios 4:5).
- Prestigio (Filipenses 1:14-18; 2 Corintios 2:17; Mateo 6:1-5).
- Vida fácil (Amós 6:1; 2 Timoteo 2:3).
Hay tres motivos correctos:
- Amor por el Señor (Mateo 22:36-40).
- Amor por la Biblia (Salmo 119:97).
- Amor por los perdidos (Romanos 9:2-3).
Apatía significa “sin amor” (pathos con el a negativo). Los Cristianos que han perdido su celo tienen un problema de amor perdido. Una definición de tibio es “servir a Dios de tal manera que no se ofenda al diablo”. Cuando esto sucede, debemos tomar medidas intencionalmente para aumentar nuestro amor, para que abunde cada vez más (Filipenses 1:9). “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros” (1 Tesalonicenses 4: 9).
5. Mira arriba mientras ofreces tu adoración.
La mujer que vertió cerca de $20,000[1] en perfume sobre Jesús fue criticada por otros, pero fue halagada por el Señor (Marcos 14:3–8). Tal vez ella fue un poco exagerada, pero al Señor le gustó.
¿Le gusta al Señor nuestra adoración? ¿Adoramos a Dios con extravagancia? La adoración nunca debe convertirse en un simple cumplir con los pasos dados o en marcar una casilla en una lista de tareas. Una razón por la que algunos no ofrecen su mejor adoración es porque miran a su alrededor en lugar de mirar hacia arriba. Se enfocan en las personas en la habitación en lugar de en el Dios invisible que está “sobre todos, y por todos, y en todos” (1 Timoteo 1:17; Efesios 4:6).
¿De qué manera podemos darle a Dios una mejor adoración? Aquí hay algunas sugerencias:
- Di “amén” al final de cada oración.
- Canta más fuerte. Toma la decisión de alabar a Dios con menos inhibición. (¿Nos preocupa más que otros nos escuchen cantar o que Dios no lo haga? ¿Pensamos más en la desaprobación de los demás o en la aprobación de Dios? Gálatas 1:10).
- Da más durante la contribución. ¿Alguna vez has vaciado tu billetera o tu cuenta bancaria? (Para que esto no sea malinterpretado como interesado, considera un trabajo misionero digno, un hogar de niños o una familia necesitada para recibir la ofrenda).
- Lamenta [medita, MR] durante la cena del Señor.
- Durante el sermón, di “amén” (hombres) o asiente con la cabeza (mujeres) a los puntos con los que está en gran acuerdo.
Puedes inspirar a otros con tu adoración sincera. Un servicio religioso muerto puede apagar el fuego que queda en el corazón de un Cristiano que lucha. Algunos hoy son como aquellos de quienes Jesús profetizó antes de la destrucción de Jerusalén, cuyo amor se enfrió (Mateo 24:12). Pablo escribió, “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, … amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella …” (2 Timoteo 3:1–5).
No dejes que tu pasión se enfríe antes de que venga Jesús.
Asóciate con personas apasionadas, personas que lo alientan e inspiran (Hebreos 10: 24-25). Tu alma es demasiado importante para dejarla morir en la vid. Si la iglesia de la que eres parte compromete la Palabra de Dios o ignora la Gran Comisión, encuentra una nueva iglesia.
6. Deshazte de todos tus pecados favoritos (1 Corintios 9:27).
Los seres humanos no pueden sentir entusiasmo y culpa al mismo tiempo. La culpa, por definición, le roba a la pasión. David dijo, “Mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí … Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera,
Ando enlutado todo el día” (Salmo 38:4-6). Algunos Cristianos permanecen perpetuamente inmaduros porque no abandonan los hábitos carnales o las adicciones. Cada uno necesita hacer una limpieza profunda del corazón para desenterrar cualquier raíz de amargura que haya comenzado a brotar (Hebreos 12:15). Eliminar cualquier hábito de pecado antes de que se arraigue demasiado. Esto requiere autoexamen (2 Corintios 13:5) y determinación. Debemos mantener nuestros:
- Pensamientos puros (Mateo 5:8, 28);
- Actitudes correctas (Efesios 4:23);
- Motivos santos (1 Pedro 1:16).
- Conciencias limpias (Hechos 23:1).
La Escritura dice: “No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:19). ¿Estamos haciendo algo que apague las llamas del Espíritu en nuestras vidas? Si es así, debemos abandonarlo, confesarlo y superarlo. Juan escribió: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1: 9).
7. Cultiva una vida de oración activa (Romanos 12:12).
Tres cosas son necesarias para hacer un fuego: combustible, oxígeno y una chispa. La Biblia es nuestro combustible; una decisión es nuestra chispa (Josué 24:15); la oración es nuestro oxígeno. Jesús se levantó mucho antes del amanecer para orar (Marcos 1:35). Él oró toda la noche (Lucas 6:12). Él enseñó sobre “la necesidad de orar siempre” (Lucas 18:1).
Epafras era celoso por dos cosas: la oración y la gente (Colosenses 4:12-13). Él sería un buen modelo a seguir para todo Cristiano. Nuestras vidas necesitan “plegaria-ción” tanto como necesitan preparación. Después de la muerte de James A. Harding, el encargado de la funeraria descubrió que tenía callos en sus rodillas por arrodillarse para orar. Alguien observó, “Es difícil tropezar cuando estás de rodillas”. Otro dijo, “No somos dignos de pararnos delante de los demás hasta que no nos hayamos arrodillado ante Dios”. Cuida tu tiempo de silencio con Dios como si tu vida dependiera de ello, así es. Oswald Chambers lo expresó sin rodeos: “La oración es el aliento vital del cristiano; no lo que le hace estar vivo, sino la evidencia de que está vivo”.
8. Escucha sermones poderosos (Hechos 20:32).
La tendencia del fuego, si se deja solo, es apagarse. La pasión funciona de la misma manera. Necesitamos alimentarlo. Pablo le dijo a Timoteo “aviva el don de Dios” (2 Timoteo 1:6). Pedro pensó que era necesario mientras viviera el despertar las mentes de otros Cristianos al recordarles lo que creían (2 Pedro 1:13; 3:1). Escuchar una gran predicación despertará nuestras mentes hacia una mayor pasión. Esto es más fácil ahora que en cualquier generación anterior. Es probable que muchas iglesias tengan campañas y series de conferencias a poca distancia de donde vivimos. Invitan a algunos de los oradores más conocidos y mejor preparados de la hermandad prácticamente a nuestra puerta. Con Internet, podemos escuchar fácilmente los sermones archivados de grandes ministros vivos y muertos. Los hombres que han estado fuera por casi un siglo, todavía hablan (Hebreos 11:4). Si su fuego se está quemando, vaya a una campaña en su área esta noche; haga planes para asistir a conferencias como “Polishing the Pulpit”; conéctese y escuche a su predicador favorito, o a los hombres que eran nombres conocidos en su congregación hace una generación (Marshall Keeble, NB Hardeman, VP Black, Johnny Ramsey, Wendell Winkler, Gus Nichols [en español queda a criterio del lector, todos conocemos buenos predicadores del pasado, MR]).
9. Abre la Biblia y léela para beneficio personal (1 Timoteo 4:15).
No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4: 4). Leer sobre Jesús enciende un fuego en la vida de uno. Es difícil no apasionarse por un Hombre que “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos” (Hechos 10:38). Cuanto más tiempo pasemos con Cristo, más apasionados estaremos con Él. Leer las Escrituras agrega combustible al fuego y calorías a la dieta. Cuando los discípulos caminaron con Jesús en el camino a Emaús, sintieron que su corazón ardía dentro de ellos cuando habló con ellos y abrió las Escrituras (Lucas 24:32).
Hasta la invención de la imprenta (1440), la gente común no tenía acceso a la Biblia en su propio idioma (las Biblias estaban en latín). La Iglesia Católica no quería que la gente común leyera la Biblia y les enseñó que solo los obispos y eruditos podían entenderla. La mayoría de las personas eran analfabetas, y aquellos que podían leer, no leían latín. Eran demasiado pobres para comprar libros, y las Biblias no estaban a la venta en ningún mercado, incluso para los que tenían dinero. Después de que la Biblia fue traducida y circulada, ésta cambio al mundo.
Luego, después de pasados los siglos, fue dada por sentada de nuevo. Hoy en día, tenemos un don inestimable en nuestras manos, pero ¿cuántos han leído la Biblia en algún momento? Podemos leer la Palabra del Dios Vivo y entender las Escrituras por nosotros mismos, aparte de los líderes religiosos que censuran lo que leemos. Con este maravilloso privilegio viene una tremenda responsabilidad.
Nuestros predicadores más poderosos han sido hombres que amaban leer la Biblia. H. Leo Boles (1874-1946) leyó 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito cada semana de su vida de predicación (2,236 veces, un período de 43 años). Robert R. Taylor, Jr., lee el Nuevo Testamento cada mes (800 veces hasta ahora) y la Biblia cada año (70 veces). Gus Nichols en sus primeros años como Cristiano no tenía electricidad en su casa, por lo que leyó la Biblia acostado boca abajo frente a la chimenea. La luz parpadeante no era muy brillante, así que con el tiempo debilitó sus ojos. Después de que empezaban a arder y su visión se volvía borrosa, se tapaba un ojo con la mano para dejarlo descansar mientras leía con el otro. Luego hacia el cambio al otro ojo.
Ciertamente, con Biblias tan baratas, podemos leer las Escrituras. Con Biblias digitales en nuestros teléfonos y tabletas, tenemos la Palabra a nuestro alcance en todo momento. Con la función de voz, nuestros teléfonos incluso nos leerán la Biblia. Con Internet cada vez más accesible, tenemos herramientas de estudio de la Biblia al alcance en prácticamente cualquier momento, incluidos sermones en audio y video para fortalecer nuestra fe.
10. Enseña estudios bíblicos personales a personas perdidas.
Ser Cristiano es más que asistir a los servicios, cantar himnos, dar ofrendas y hacer buenas obras. Debemos hablarles a otros acerca de Dios. El pueblo de Dios anuncia “de día en día su salvación” (Salmo 96:2). Casi nada reaviva la pasión más rápidamente que iniciar una conversación sobre Jesús con un incrédulo. Cuando salimos de nuestra timidez para hablar con los vecinos, compañeros de trabajo, servidores de restaurantes, extraños en el metro o en el restaurante, o vecinos a través de una cerca, nuestra temperatura espiritual aumenta.
Jesús nos ordenó que fuéramos con el evangelio a todo el mundo, a los confines de la tierra, a cada nación, a cada criatura (Mateo 28:19; Marcos 16:15; Romanos 10:18). El propósito de vida del Hombre más grande que ha existido fue buscar y salvar a los perdidos (Lucas 19:10). George Gallop encuestó a 13,000 personas en 130 países que alguna vez asistieron a la iglesia pero que ya no lo hacen. Una pregunta que hizo fue: “¿Qué tendría que pasar para que usted regrese a la iglesia?” La respuesta número uno fue: “Pasión en la vida de los miembros y líderes”. La gente quiere ver entusiasmo: quieren que los Cristianos adopten la religión, seriamente.
Dios nos ha dado una vida abundante para compartir con otros (Juan 10:10). Para ser efectivos en compartirla, debemos estarla viviendo. Así como es difícil conseguir que alguien se interese por una pizza fría o un café tibio, es difícil que la gente se interese por una religión tibia.
Dios nos ha dado algo mejor. Durante la Gran Depresión, una anciana entró en una oficina de seguros de vida. Quería saber si podía dejar de pagar las primas de la póliza de seguro de vida de su esposo. “Ha estado muerto por algunos años”, dijo, “y no creo que pueda costearlo más”. La recepcionista incrédula miró la póliza de su marido y descubrió que valía varios cientos de miles de dólares. Esta señora era rica, pero no entendía lo que poseía.
Otra triste historia sobre una mujer lisiada ilustra el punto. Cuando sus padres murieron, ella no tenía hermanos, hermanas o parientes vivos. Vivía en un apartamento estrecho y ganaba dinero para el alquiler y la comida tejiendo, a pesar de que le dolían las manos lisiadas. Durante cuarenta y dos años ella escasamente cubría sus gastos. Un día, un anciano, amigo de sus padres, llamó a su puerta para saludar. Cuando vio cómo vivía ella, se horrorizó. “¿Por qué estás viviendo en tal pobreza?”, Preguntó.
“Desde que murieron mis padres, me he mantenido, pero es difícil”.
“¿No sabes acerca de la fortuna que tus padres te legaron?”, Dijo.
En shock, ella dijo: “¿Qué fortuna?” Él le contó los cientos de miles de dólares que sus padres le habían dejado en una cuenta bancaria, suficientes para cuidarla por el resto de su vida. Cuando el amigo se contactó con el abogado de la familia, descubrieron que se había cometido un terrible error: nunca se le había notificado a ella de su fortuna. Durante cuarenta y dos años, la cuenta había acumulado tanto interés que valía millones, pero ella había vivido en la pobreza.
¿Cuántos Cristianos viven en la derrota, la pobreza espiritual y la depresión porque no conocen las riquezas que tienen en Cristo?
Si no hemos sido celosos por Dios, “seamos celosos, y arrepintámonos” (Apocalipsis 3:19).
Nota Final
[1] El perfume, según el evangelio de Juan, vale 300 denarios. 300 veces el salario diario de un trabajador. Al día de hoy, eso equivale a $8/hora, 8 horas/día, por 300 días, $19,200. Casi veinte mil dólares de un precioso perfume derramado sobre los pies de Jesús. Y el olor llenó toda la casa.