No puedo recordar quién fue la primera persona que oí decir esta frase, pero se quedó atascada en mi cabeza, “Más moscas se atrapan con miel que con vinagre” – algunas versiones dicen hiel en lugar de vinagre. No sé lo que usted hace con las moscas, pero al menos, no me gustan a mi alrededor ni deseo atraparlas. Cuando mi esposa ve una, quiere matarla, con el fin de dejar de molestarla. Recuerdo haber viajado a algunos lugares y durante una corta parada en un restaurante o una casa, la gente tiene grandes bolsas transparentes llenas de agua con el fin de repelerlas. Así que, ¿por qué nos gustaría atrapar más moscas con miel que con vinagre?, bueno, aprendí que es un viejo proverbio y, por lo tanto, no se puede tomar literalmente.
Durante la semana pasada, mientras estábamos en una campaña en Boquete, Panamá, ese proverbio me vino a la mente varias veces. Sobre todo, hubo un día, cuando terminamos de tocar puertas e invitamos a la gente a que viniera a los servicios y estudios nocturnos, que, un joven, vino a mí y me dijo, muy entusiasmado, cómo “atacó” a una familia con el Evangelio. Sí, casi puedo verle a usted, mi querido lector, y la expresión que puede tener en su cara cuando lee esa palabra, “atacó”. Mi reacción fue probablemente la misma. ¿Por qué alguien querría atacar a otra persona con el Evangelio? Unos minutos más tarde, ese mismo joven vio a un grupo de niños que terminaron de jugar al fútbol y me dijo, “vamos a atacarlos ya que el Evangelio es más importante que el fútbol”. Me impresionó por su celo de traer almas perdidas al Señor, pero no en su acercamiento. No fue la primera vez que escuché a algunos hermanos pensar que por atacar a alguien con la Palabra esa persona obedecerá al Señor.
Esta fue nuestra primera vez trabajando con el hermano Spencer Broome y el grupo que viene de Estados Unidos a ayudar a los esfuerzos evangelísticos en nuestro país. Él enfatizó que mientras sería genial el bautizar a muchos de nuestros prospectos, nuestro trabajo era “predicar y enseñar la palabra”, “sembrar la semilla”, dejar que la gente conozca el mensaje de salvación, y dejar la parte del “bautismo” al final del estudio, en lugar de al principio (como muchos suelen hacer). Estuve de acuerdo 100% con él en este enfoque y me encantó la forma en que funcionó. Cuatro personas fueron bautizadas y una restaurada.
Cuando ese joven me pidió que “atacara” a ese grupo, decidí recordarle acerca de la Gran Comisión. ¿Dónde en la Biblia encontramos “id por todo el mundo, y atacad con el Evangelio a toda criatura”? La respuesta es simple, en ningún lado. Pero, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” es dicho por el Señor a los discípulos según lo registrado por el inspirado Marcos (Marcos 16:15). La palabra griega ηρύσσω (kerússo) traducida como “predicad” en este pasaje significa simplemente “proclamar (como proclamador público), específicamente verdad divina (el evangelio)” (Strong’s G2784). Un proclamador era un mensajero oficial entre los líderes. Cuando Bernabé y Pablo fueron a Listra, los lugareños pensaron que Pablo era su dios pagano Mercurio, “porque éste era el que llevaba la palabra” (Hechos 14:12). Mercurio era a los romanos lo que Hermes era a los griegos, el proclamador de los dioses, el mensajero.
El apóstol Pedro escribió:
“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11).
El apóstol Pablo escribió:
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él … Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:16-17, 23-24).
Los Cristianos saben que “sirven a Cristo el Señor”. Nuestro nombre o descripción no es dado por un credo hecho por el hombre, sino que es dado por las Escrituras (Hechos 11:26, 26:28, 1 Pedro 4:16). Mientras Agripa casi fue persuadido de ser un Cristiano, hay miles de almas por ahí tratando de saber lo que se necesita para ser salvo, buscando escuchar la verdad del mensaje de salvación. La Gran Comisión no ha terminado, Fue dada a los primeros discípulos, y está tan activa hoy como lo fue en el primer siglo. Debemos hablar como Dios nos enseña a hablar en las Escrituras. Debemos ministrar (servir) como Dios nos enseña a hacer en Su palabra sagrada. Debemos proclamar el poderoso mensaje de salvación y no avergonzarnos de hacerlo (Romanos 1:16), pero no debemos atacar a aquellos que con gusto nos recibieron y quieren estudiar la palabra de Dios con nosotros. Habrá un momento en que podamos enseñarles sobre las cosas que necesitan corregir, pero necesitan escuchar primero el evangelio ser predicado.
“Más moscas se atrapan con miel que con vinagre” simplemente significa que podemos ganar más gente a nuestro lado por ser gentiles que por ser hostiles. Nuestra misión no es sólo para ganarlos a nuestro lado, pero al lado de Dios. Se nos manda a ser ganadores del alma (Mateo 28:18-20). El sabio Salomón escribió: “Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos (Proverbios 16:24), Su padre, David, escribió:
“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal” (Salmo 19:7-10).
Cuando salimos y evangelizamos, o tenemos un estudio bíblico, debemos recordar siempre que la palabra de Dios es Verdad (Juan 17:17). La palabra de Dios es la que tiene el poder de salvación (Romanos 1:16), no las tradiciones de los hombres, ni nuestras opiniones. Más personas serán receptivas a escuchar y estudiar la palabra de Dios cuando hagamos un acercamiento correcto. Atacarlos no les traerá a Cristo, pero los enviará a Satanás. Habrá un momento en que podamos explicarles acerca de los errores en los que pueden estar involucrados, pero necesitan escuchar primero ¿por qué la Biblia es importante? ¿por qué hay tantas “iglesias”? ¿qué necesitan para poder ser salvos? Cuando abren la puerta de sus casas y nos dejan entrar, están haciendo más que eso, ya que están abriendo sus corazones y mentes para escuchar no lo que tenemos que decir, pero lo que Dios dice. Nuestro Salvador vino a buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10). Se nos ha ordenado hacer una tarea muy similar cuando evangelizamos, pero no los salvamos, Dios lo hace.
Jesucristo, durante su ministerio en la tierra, dijo a los setenta discípulos, “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió” (Lucas 10:16). Palabras similares fueron utilizadas por el apóstol Pablo a los Cristianos en Tesalónica, “Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 4:8). Quien decide no abrir su puerta, o escuchar el mensaje de salvación no nos rechaza sino a Dios. Cuando una puerta se cierra otra se abre. Sigamos motivados en hacer lo correcto según Dios, y no dejemos que el diablo gane por sentirnos desalentados y dejar de hacer este buen trabajo. Como el Señor nos enseñó en la poderosa Parábola del Sembrador (Mateo 13:1-23, Marcos 4:1-20, Lucas 8:4-15), vamos a plantar la semilla (que es la palabra de Dios, Lucas 8:11), y aunque hay diferentes tipos de suelo, algunos serán más receptivos que otros, y los corazones sinceros harán lo que es requerido para ser uno con el Señor (Juan 17:21-22; Efesios 1:22-23, 4:4-6).
Para concluir, recordemos las palabras escritas por Santiago,
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:19-20).
La próxima vez que toquemos una puerta y el dueño la abra, olvidémonos de ganar el argumento, y concentrémonos en ganar el alma. Vamos a prestar atención a lo que dicen, vamos a pensar dos veces antes de hablar (un hermano dijo una vez que esa podría ser la razón por la que Dios nos creó con dos orejas y una boca), y tratemosles como nos gustaría ser tratados (Mateo 7:12). Vamos a respetarlos, darles las gracias por su tiempo, y hablar la verdad en amor (Efesios 4:15), y valientemente (Efesios 6:19). A veces seremos los que siembran la semilla, otras veces los que la riegan, pero, Quien da el crecimiento es nuestro Padre celestial, somos sólo Sus ministros, Su labranza, Su edificio, y por eso, debemos estar agradecidos de ser colaboradores de Él (1 Corintios 3:5-9).
Usemos la miel en lugar del vinagre cuando enseñamos a otros sobre las abundantes bendiciones de obedecer la palabra de Dios. ¡A Dios sea toda gloria para siempre!
¡Dios le bendiga ricamente!