Por Neal Pollard, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
Es un club ecléctico [quienes adoptan una posición intermedia o indefinida, MR]. Algunos de sus miembros solo han venido a un servicio por semana, cuyo progreso espiritual perceptible ha sido difícil de medir. Otros, quizás más trágicamente, han disminuido de una mayor fidelidad en el pasado a la actitud más tibia hacia las asambleas en las que Dios siempre está presente. La Biblia deja en claro que aquellos que no ponen a Cristo primero han puesto algo en ese lugar. Esta es una posición poco envidiable. Sin embargo, aquellos que descuidan la asistencia fiel se privan de tantas cosas.
- Se pierden de la información. Las clases bíblicas, los sermones, las charlas en la mesa y las charlas devocionales de mitad de semana ayudan a aumentar nuestro conocimiento y fortalecer nuestra convicción en lo que ya sabemos. Esta información es como una linterna para el viaje en un mundo tan oscuro (Salmo 119:105). Si estamos atentos a esa palabra, haremos bien (2 Pedro 1:19). Para identificar al enemigo, debes saber todo sobre él.
- Se pierden de la asociación. Las personas más queridas por Dios están allí. Cristo, nuestro Salvador, amigo, hermano mayor, Rey, Pastor, Puerta y Mediador, está allí. Los primeros Cristianos fueron firmes en la comunión unos con otros, una comunión contextualmente demostrada en ser de naturaleza espiritual (Hechos 2:42). Pablo nos recuerda que deberíamos preferirnos unos a otros, algo que no podemos mostrar cuando damos preferencia a otro lugar y evento (Romanos 12:10).
- Se pierden de la inspiración. Necesitamos que nuestro espíritu se levante. Otros también nos necesitan para levantarles el ánimo (Hebreos 10:24; cf. Filipenses 2:3-4). En la adoración podemos recargar nuestras baterías espirituales. Unirnos nos ayuda a enfrentar al mundo. Debemos ser renovados en el espíritu de nuestras mentes (Efesios 4:23-24). Las reuniones nos ayudan en esto.
- Se pierden de la provocación. A menudo, hacemos cosas que sabemos que no debemos hacer. Como tal, necesitamos ser provocados o estimulados para hacer lo que ya sabemos que es correcto (Hebreos 10:24). En las reuniones, nos levantamos y nos tomamos de las manos en nuestra vida común (cf. 1 Tesalonicenses 5:14).
- Se pierden de la edificación. Tenemos la responsabilidad de estar aquí y edificar a otros Cristianos. Recuerda, el amor edifica (1 Corintios 8:1). No puedes hacer esto bien desde una ubicación remota. Debemos usar nuestras habilidades para ayudar a perfeccionar a los santos, para trabajar en el ministerio y para edificar el cuerpo de Cristo (Efesios 4:12). Esa es una actividad que “se hace juntos” en la que aquellos que retienen su presencia no pueden participar.
- Se pierden de la inmunización. El mundo está infectado con el pecado y a menudo es difícil vivir para Cristo (cf. 1 Juan 5:19). Podemos y debemos “inyectarnos” con fuerza en cada servicio, una inyección que nos ayudará a combatir el cáncer del pecado (cf. Jeremías 7:18). Asistir a todos los servicios fortalece nuestra salud espiritual (Salmo 42:11). ¿Quién cree que él o ella están mejor equipados para luchar solos que con la ayuda colectiva de la iglesia, así como con la fuerza especial disponible según el diseño de Dios cuando nos reunimos?
- Se pierden de la alegría. No hay nada que sea tan miserable como el Cristiano que siente que es su “deber” venir a los servicios (mira a David – Salmo 122:1). Es una pena que los cristianos “solo Domingo por la mañana” se pierdan de la emoción de los bautismos y de quienes piden por oración, el aliento de ver a nuevos Cristianos participar en la adoración o que los jóvenes demuestran su fe, y el ejemplo de otros cuyas palabras, acciones y actitudes nos alegran de ser Cristianos. Pocos cuyos corazones y mentes se han involucrado completamente en una congregación se irán arrepintiéndose de ello o estando más deprimidos que cuando llegaron.
- Se pierden de la obligación. Somos mutuamente responsables (Romanos 1:14; Hebreos 3:13; Colosenses 3:13; etc.). Estamos en deuda con Dios (Romanos 8:12). Él nos ordena que nos congreguemos (Hebreos 10:25). Ninguna de estas obligaciones viene con una fecha de vencimiento. Consideramos que quienes eluden sus obligaciones son irresponsables. ¿Qué obligación es mayor que la que nos ha impuesto el Señor?
Los muchos, muchos principios de las Escrituras conducen a una conclusión inevitable. Deberíamos querer estar juntos con Cristo y su pueblo en toda oportunidad. Si no queremos que esto sea suficiente para que así ocurra, tal vez algo esté terriblemente mal con nuestras “prioridades” (cf. Colosenses 3:1-2).