Por Steve Higginbotham, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
Solía recibir un boletín de la iglesia de una congregación en Texas y noté que casi todas las semanas, el predicador de esta iglesia publicaba en su boletín, los artículos que yo había escrito. Sin embargo, él estaba haciendo un pequeño cambio a esos artículos. Estaba usando “corrector líquido” para quitar mi nombre debajo del título y estaba insertando su nombre en su lugar. Cuando pregunté por su práctica, no ofreció disculpas, sino que simplemente me sacó de su lista de correo de boletines.
Una vez recibí un correo electrónico de un predicador que me preguntó si podía reimprimir algunos artículos que yo había escrito. Le dije: “por supuesto que podía, y que no necesitaba pedir mi permiso”. Me contestó y me dio las gracias y luego me preguntó: “¿Puedo remover su nombre de los artículos?” Le respondí y simplemente le dije que uno nunca debe quitar el nombre de un autor de sus escritos. Pronto recibí un correo electrónico final explicando por qué me hizo esta pregunta. Compartió conmigo que recientemente lo habían despedido de la iglesia porque sus ancianos habían descubierto que estaba removiendo mi nombre de los artículos que escribí y los estaba haciendo pasar como suyos.
También me he enterado de otro predicador que, durante años, ha estado tomando ilustraciones personales que utilizo en mis sermones y usándolas en sus sermones como si los eventos realmente le hubieran sucedido a él.
En otra ocasión, había terminado de predicar un sermón en una campaña evangelística y un predicador que estaba en la asamblea me preguntó si había copiado ese sermón de otro predicador. Dijo que mi sermón era casi “palabra por palabra” lo que escuchó predicar a otro predicador. Por curiosidad, fui al sitio web de este predicador y descubrí que cada semana, durante los últimos seis años, este predicador ha predicado mis sermones en su congregación, título por título, punto por punto, subpunto por subpunto, la semana después de que yo los predique. en mi sermón. ¡Él no ha tenido un pensamiento original para compartir con su congregación en seis años!
Estos ejemplos son una pequeña muestra de los actos de plagio por parte de predicadores. Debido a esto, pensé en compartir algunas ideas sobre este tema que podrían ser útiles para todos los que escribimos y predicamos.
¿Por Qué Plagia El Predicador?
- Pereza. Algunos predicadores son demasiado perezosos para hacer su propio estudio, investigación y preparación de sermones. Es mucho más fácil confiar en alguien más para realizar el arduo trabajo del desarrollo de sermones. A algunos predicadores les resulta más fácil ser un “orador público” que un “legítimo predicador del Evangelio”.
- Orgullo. Algunos predicadores no dan crédito porque están llenos de orgullo. Quieren tomar crédito por un pensamiento memorable, una cita concisa o una frase creativa. Fingen perspicacia para recibir el aprecio y el respeto de los hombres. Su orgullo es más importante para ellos que su integridad.
- Para Lucir Inteligente. Algunos predicadores no dan el crédito adecuado porque creen que hará que otros piensen menos en su inteligencia. Sin embargo, es todo lo opuesto. Al tomarse el tiempo para darle crédito a otro orador o escritor, un predicador en realidad está demostrando que ha estudiado, escuchado, leído e investigado su tema.
¿Por Qué Importa El Plagio?
- Daña La Propia Influencia. Es solo una cuestión de tiempo hasta que alguien descubra el plagio, y cuando se descubre, la influencia del plagiario queda casi destruida. Un predicador que plagia demuestra no ser ético y, en consecuencia, no es de confianza. Si un predicador del evangelio no tiene respeto, credibilidad ni confianza, ¿qué valor tiene? Una vez descubierto, las personas dejarán de escuchar y leer para ser edificadas y desafiadas, mas comenzarán a escuchar y leer para atraparle en otro “robo”.
- Daña La Influencia De Otros. Una vez escribí un artículo que planeaba publicar la semana siguiente y lo compartí con un predicador para su revisión. Sin que yo lo supiera, este predicador rápidamente publicó mi artículo en nuestro periódico local, pero eliminó mi nombre del artículo y puso su nombre en él. Entonces, cuando publiqué mi artículo una semana después, la gente pensó que había plagiado descaradamente su trabajo. Hablé con este predicador acerca de lo que había hecho y me dijo: “No te concentres tanto en quién recibe crédito por el artículo, solo agradece que se haya enseñado la verdad”. Le expliqué que mi preocupación no era una cuestión de “crédito”, pero era una cuestión de mi reputación y credibilidad. Lo que había hecho causó que, quién sabe cuántas personas, pensaran que yo lo había plagiado, potencialmente dañando mi integridad e influencia.
- Daña La Causa De Cristo. Como portavoces de Dios, debemos cuidar de proteger nuestra integridad. Si nos mostramos indignos de confianza, no solo se refleja en nosotros, sino que también contamina la causa de Cristo. Pablo le dijo a Tito que fuera un ejemplo de buenas obras y en la enseñanza mostrar integridad, seriedad e incorruptibilidad, y que hablara de una manera sana e irreprochable (Tito 2:7-8). Cuando nuestras acciones no alcanzan el nivel de la fe que predicamos, Dios es blasfemado (Romanos 2:24).
¿Cómo Evitar El Plagio?
- Comience a hacer su propia investigación, estudio y meditación. Abra su Biblia y comience a buscar las verdades por su cuenta antes de consultar lo que otros han dicho sobre el texto.
- Empiece a dar crédito. No distrae de un sermón atribuir una cita o una frase bien escrita a la persona que originalmente lo dijo. Tratar de tomar crédito por el trabajo de otro hombre no es ético y te coloca en oposición a Dios.
- Aprende de los demás, pero haz tu propio trabajo. Warren Wiersbe era conocido por decirle a los predicadores que “ordeñen muchas vacas, pero batan su propia mantequilla”. En otras palabras, investigue, lea después, aprenda de muchas fuentes, pero tome ese cuerpo de material y conviértalo en algo que se convierte en suyo.
- Mantenga su orgullo bajo control. Potencialmente, estar de pie frente a cientos de personas que regularmente le dicen lo maravilloso, perspicaz, motivador e ingenioso que es, puede llegar rápidamente a su cabeza. El orgullo es una plaga entre los predicadores. No se contagie con eso. Ore, manténgase en guardia, reclute a su cónyuge para que le advierta si ve señales de ello y practique la humildad, a propósito, para superar este pecado.
Sé que todos estamos trabajando desde una misma fuente, y es muy improbable que se le ocurra algo que nadie haya notado antes. Seguramente, casi todo lo que decimos se ha dicho antes. Entiendo eso, y no es de lo que estoy hablando en este artículo. No estoy hablando de dos hombres que estudian un texto y salen con pensamientos iguales o similares. Lo que estoy hablando es acerca de tratar de tomar crédito por el trabajo y las palabras de otro hombre. Hace mucho tiempo, Dios le dijo a Jeremías que estaba en contra de los profetas que les hurtan sus palabras a otros profetas (Jeremías 23:30). Tratar de tomar crédito por el trabajo de otro hombre no es ético y le coloca en oposición a Dios. ¡Arrepintámonos, si es necesario, y hagámoslo mejor!