¿Te has preguntado alguna vez esa pregunta? Yo lo he hecho. De hecho, lo he hecho muchas veces durante mi vida. Siendo honesto, antes de empezar a escribir este artículo, me hice esa pregunta, y luego decidí empezar a escribir. Puedo asegurar que, probablemente, un 99% de las veces que hice esa pregunta era porque algo malo me pasó, o podría estar pasandome a mí. Pero, este artículo no se trata de mí, sino de lo que hace que cada uno de nosotros se haga esa pregunta.
Una de las principales razones por las que la gente niega la existencia de Dios es “el sufrimiento humano”. ¿Por qué un Ser completamente amoroso y Todopoderoso permitiría que su creación sufriera? ¿Por qué hay tanta gente muriendo a causa de la hambruna o la guerra? ¿Cómo es posible que Dios permita que suframos tantas enfermedades dolorosas? Si Dios es tan poderoso, entonces ¿por qué no paró todo eso ya? Algunos podrían incluso hacer una declaración como “si yo fuera Dios, nada de esto pasaría”. Bueno, si esa afirmación fuera cierta, entonces la persona que la dijo no sería capaz de dudar acerca de la existencia de Dios.
Desde la perspectiva Cristiana, hay algunas afirmaciones o preguntas que, si bien no niegan la existencia de Dios, ponen en duda su fe. He aquí algunos ejemplos: “dedico mi vida a Dios y esto es lo que consigo”, “deje un trabajo bien remunerado para dedicarme al trabajo misionero y a nadie le importa si estoy vivo”, “he sido una buena esposa y cristiana fiel, pero mi marido decidió dejarme por una mujer más joven”, o, la pregunta de nuestra discusión, “¿por qué yo?”
El hermano Robert R. Taylor, Jr., en su libro “The Bible Doctrine of Jehovah God” (La Doctrina Bíblica de Dios) dedica un capítulo para discutir el sufrimiento y este escritor lo recomienda encarecidamente a cualquiera que quiera estudiar más sobre este tema.
En palabras sencillas, sufrimos, no por Dios, sino por nuestras propias decisiones, o por las decisiones de otros, o por acontecimientos que nos sucedan a nosotros o a otros. ¿Estás enfermo? Dios no causó que estuvieras enfermo, podría ser que estuvieras en un lugar donde otros estaban enfermos y usted se infectó. Puede ser que usted no se cuide adecuadamente (es decir, recuerdo cómo, cuando era un niño pequeño, oí a mi mamá decirme que no jugará bajo la lluvia o iba a tener un resfriado, ¿he desobedecido? Sí, horas después, estaba con mucho dolor porque me enfermé. ¿Es Dios culpable si me disparan mientras un hombre me está robando? No, no lo es, el que es culpable es aquel hombre que decidió robar y usar un arma para lograr eso y no preocuparse por la vida de su víctima. ¿Es correcto dejar de adorar a Dios porque el predicador hizo algo malo y ya no quiero oírlo? No, ese predicador, como cada uno de nosotros, es un ser humano y puede equivocarse, el problema es si él no reconoce su error y se arrepiente, causando que piense en sí mismo más alto que lo que debe ser (Romanos 12:3), un fiel siervo del Señor (2 Timoteo 2:24-26). Si no adoramos no es por ese predicador, sino por no estar dispuestos a someternos a Él por el error de ese predicador, que, nunca nos olvidemos, es nuestro hermano también. Dios está y siempre estará con nosotros, y Él no quiere que nosotros perezcamos sino que procedamos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Citando al hermano Taylor,
“La tristeza y el sufrimiento son nuestra porción común. Ningún lugar terrenal ofrece un escudo contra tales; las riquezas no nos inmunizan de tales; las paredes no pueden ser lo suficientemente altas o gruesas como para mantenerlos fuera. La ciencia médica no ofrece ni una solución ni una prescripción que nos inmunice de ser los hijos del dolor y las hijas del desastre.”[1]
Estimado lector, nuestro Señor y Salvador Jesucristo les dijo a los discípulos que sus vidas no serían fáciles, como algunos esperaban, “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Somos sus discípulos, hoy, y ciertamente, nuestras vidas no son fáciles. Podría ser que yo tenga riquezas pero no tengo salud, o tenga salud pero no riquezas. ¿Has visto una caricatura en línea de cuatro hombres y sus deseos? El primero en un auto desea un auto más nuevo, el que está en una bicicleta desea el auto del otro hombre, un hombre que está caminando desea tener una bicicleta, y, finalmente, un hombre observando a todos ellos desde su balcón, desea poder caminar porque está en una silla de ruedas. Queridos amigos, muchos de nosotros damos por sentado el simple hecho de que podemos caminar olvidando que hay algunos que no pueden hacerlo. Sólo el simple acto de caminar es una bendición de Dios.
Recordemos al apóstol Pablo cuando escribió:
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:10-13).
Vamos a entrar en el contexto. Este es el apóstol Pablo, no un hombre joven, que está en la cárcel, diciéndole a los hermanos de Filipos que se regocija enormemente. Él es feliz incluso cuando está en prisión. Está agradecido de que esos hermanos se preocuparan por él. Les recuerda que no es porque deban hacerlo, sino porque desean hacerlo. Él es feliz no importa lo que pase. Aprendió a contentarse. Tenía tiempos de abundancia y tiempos de necesidad. Aprendió a lidiar con todas estas situaciones porque sabía que Cristo provee todo lo que necesita, y da la fuerza para superar cualquier situación.
En lugar de preguntarnos “¿por qué yo?” debemos empezar a preguntarnos “¿por qué no yo?” Como el profeta Isaías respondió a la pregunta del Señor, debemos hacer, “Heme aquí, envíame a mí”(Isaías 6:8). Ser misioneros y depender de la ayuda de nuestros hermanos para cubrir nuestros gastos no es fácil, pero estamos contentos de trabajar para el Señor en toda manera posible. Hay algunos momentos que son muy duros, sobre todo cuando llegan las facturas, o las constantes llamadas, mensajes de texto, o correos electrónicos de las empresas que nos dicen que estamos retrasados en nuestros pagos Sin embargo, sabemos que no somos los únicos en esa situación, y Dios nunca nos ha desamparado o dejado (Hebreos 13:5). ¿Estoy enfermo? ¿O alguno de los miembros de mi familia? Miles de personas en todo el mundo también están enfermas, pero debemos regocijarnos en esa maravillosa promesa de nuestro Señor Jesucristo que se registra en la Gran Comisión, “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). No dijo “Yo estaré”, dijo “Yo estoy”, actualmente activo, observándonos y cuidándonos. ¿Estoy bajo cualquier otra dificultad? Bueno, debo recordar las palabras del valiente apóstol Pablo, “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). ¿Tengo miedo de contarle a otros sobre las buenas nuevas? Entonces, necesito recordar que el Evangelio es el poder de Dios para salvación a todos (Romanos 1:16) y que Él no nos ha dado un espíritu de cobardía (2 Timoteo 1:7). El Evangelio es más que algo que las personas necesitan escuchar, es un deber para todos, por lo tanto, debemos ir y predicar a Cristo al mundo. El mundo no necesita escucharlo de falsos maestros, sino de aquellos que lo oyeron sinceramente, lo obedecieron, y lo predican, no sólo por palabra, sino también por hechos en la forma en que Cristo nos autoriza a hacerlo (Colosenses 3:17).
Como Dios le dijo al gran líder Josué, debemos esforzarnos y ser valientes (Josué 1:9). Nuestra misión (Marcos 16:15) no es fácil, pero Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para hacer nuestro trabajo (2 Pedro 1:3). Nuestro Señor es grande, Él pagó nuestra deuda (Hechos 20:28; 1 Pedro 1:18-19), una deuda que ninguno de nosotros es capaz de pagar. Él espera que nosotros presentemos nuestros “cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable”, no como algunos piensan que están sirviendo a Dios haciendo cosas sin sentido, ya que Él también espera que cuando lo hagamos, lo hagamos como un servicio o culto “razonable” (Romanos 12:1). Recordemos siempre que no podemos conformarnos con este mundo, sino transformarnos para hacer según lo que es la voluntad buena, aceptable y perfecta de Dios (Romanos 12:2).
El sabio Santiago en el inicio de su epístola escribió:
“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4).
Queridos amigos, habrá dificultades, desafíos, pruebas, decepciones, y otras situaciones que vamos a empezar o seguiremos experimentando, pero, Dios es mayor que todo eso. Habrá un momento en que seremos recompensados con la corona de la vida al ser fieles hasta la muerte (Apocalipsis 2:10). Esta vida puede ser difícil, pero la recompensa en el cielo es ciertamente digna.
La próxima vez que pensemos en preguntarnos a nosotros mismos “¿por qué yo?” recordemos que “El mundo no es mi hogar, soy peregrino aquí” tal como está escrito en ese hermoso himno por el hermano Albert E. Brumley.
¡Que Dios los bendiga hoy y siempre!
Obras Citadas
[1] Robert R. Taylor, Jr, “The Doctrine of Jehovah God”, p. 17.