¿Sabes quién fue Isaac Asimov? Fue un escritor y bioquímico estadounidense, muy exitoso en las áreas de ciencia y ciencia ficción. Si has podido ver películas sobre robots, es posible que recuerdes las “tres leyes de la robótica”. Él es el padre de esas leyes. Pero también fue ateo. Una cita de él dice lo siguiente: “Soy un ateo, firme y acérrimo. Me tomó un largo tiempo decirlo… Finalmente decidí que soy una criatura tanto de emoción como de razón. Emocionalmente, yo soy un ateo. No tengo la evidencia para demostrar que Dios no existe, pero tengo una sospecha tan fuerte de que no existe que ni siquiera quiero perder mi tiempo en eso.”
Curiosamente, aunque dijo que no quería perder su tiempo, dedicó una buena parte del mismo al escribir dos volúmenes de un libro titulado “Guía Asimov para la Biblia”. Más tarde en su vida, en 1981, los combinó en un solo volumen de 1296 páginas. En este libro, “explicó” información histórica, geográfica, política e incluso biográfica sobre los textos sagrados. Fue un ratón de biblioteca, de hecho. Estudió la Biblia, y dio su opinión al respecto, pero decidió no obedecer la palabra de Dios. ¿por qué? Una simple palabra podría responder a esto, orgullo.
Amos, el profeta, escribió lo siguiente, cientos de años antes de Asimov,
“Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel” (Amós 4:12).
Asimov murió en 1992. Han pasado casi 30 años desde que se dio cuenta de que Dios existe, estando en el mismo lugar que el hombre rico que le pidió misericordia a Abraham, y que enviara a Lázaro, para que mojara la punta de su dedo en agua y refrescará su lengua (Lucas 16:23-24).
Asimov se preparó para encontrarse con Dios, pero de la manera equivocada. No puede volver para hacernos saber cómo son los tormentos, pero nuestro Señor Jesucristo lo describió muy bien en los pasajes escritos por el inspirado Lucas. Este texto es conocido como “El Hombre Rico y Lázaro” (Lucas 16:19-31).
Según ese texto, Abraham le dijo al hombre rico, justo después de que el hombre rico le pidiera que enviara a Lázaro a hablar con sus hermanos y evitarles la terrible experiencia que él estaba (y aún está) viviendo en ese momento, que ellos tenían a Moisés y a los profetas (los escritos del Antiguo Testamento que eran la ley en ese momento) y que no les escucharon, cómo oirán a ese pobre mendigo que también fue ignorado por ellos mientras aún estaba vivo. Hoy, estamos bajo un Nuevo Pacto, ya que Jesús murió en la cruz, pagando un precio enorme, que nadie más puede pagar, por Su iglesia, y permitiéndonos la oportunidad de ser perdonados de nuestros pecados, estando separados del mundo, para servirle a Él y a Su Padre, por nuestra obediencia al Evangelio.
Hoy, mi querido amigo que estás leyendo esto, todavía estás vivo. Aún no estás en tormento. Podrías pensar que la vida es dura para ti, pero ciertamente no es la eternidad en los tormentos, todavía. Abraham le dijo al hombre rico que recordara cómo durante su vida recibió bienes, pero Lázaro no, por lo que ahora Lázaro es consolado. Puesto que estás vivos, todavía eres capaz de prepararte para encontrarte con Dios, de buena manera, de la manera correcta, de la manera que Él ha revelado a toda la humanidad a través de las Escrituras, las cuales son Su Palabra (2 Timoteo 3:16; Juan 17:17).
Podría ser el caso de que ya hayas oído el Evangelio (Romanos 10:17), creído que Dios existe y que galardona a quienes le buscan diligentemente (Hebreos 11:6), que te arrepentiste, lo que implica un cambio de pensamiento, (Hechos 17:30), que confesaste, que simplemente es decir lo mismo que, tal como lo hicieron Pedro y el eunuco, crees que Jesús es ciertamente el Cristo, el Hijo de Dios (Mateo 16:16; Hechos 8:37), y por lo tanto, has hecho como aquellos en Pentecostés que escucharon a Pedro predicar acerca de Jesús, y siendo compungidos en sus corazones, preguntaron qué debían hacer, recibiendo la respuesta inspirada a esa pregunta: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38), siendo así unos tres mil bautizados por esta razón, tal como fue ordenado y autorizado por nuestro Señor, y tras de eso, nuestro Señor les añadió con gusto a Su iglesia (Hechos 2:41, 47).
Si hiciste todo eso, eres un Cristiano, hijo de Dios, sin duda alguna. Tu vida ya no te pertenece ni a ti ni a Satanás, sino a Dios. Te comprometiste a servir a Dios tras salir de esas aguas, desde ese día en adelante. Ya no eres el viejo tú, ahora eres una nueva, de quien Cristo pagó la deuda, por lo que le perteneces a Él.
Si hiciste todo eso, como también lo hizo este humilde siervo, entonces eso significa que eres mi hermano o mi hermana. Andamos juntos en nuestro camino al Cielo. Porque te amo, quiero estar contigo en el Cielo. Me puedes ayudar a llegar allí de la misma manera en que yo también puedo ayudarte. Es por este sencillo razonamiento que quiero decirte, con el amor del Señor,
“No te conviertas en un ratón de biblioteca de la Biblia si no estás dispuesto a ser un hacedor de la Palabra.”
Asimov fue un ratón de biblioteca, estudió la Biblia, pero no está en el Hades esperando para ir al Cielo, sino para ir al Infierno, a ese lago de fuego preparado para Satanás, sus ángeles y sus siervos (Mateo 25:41). Nuestro Señor reveló al discípulo amado que aquellos en ese lugar serán “atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:10).
Santiago, el medio hermano de Jesús en la carne, pero su siervo y hermano en la fe, escribió lo siguiente,
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:22-25).
Mucha gente hoy en día, y muchos de nosotros podríamos estar incluidos en ese grupo, leen la Biblia, la estudian, la memorizan, y la citan, pero no viven de acuerdo con ella. Jesús dijo: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).
¿Te das cuenta del valor de tu alma? Es importante para Dios, para Jesús, para los apóstoles que recorrieron todo el mundo, predicando, bautizando y enseñando. Es importante para todos aquellos hombres fieles que partieron delante de nosotros y dedicaron su vida a hacer la obra del Señor. Es importante para tus hermanos y hermanas, si ya eres Cristiano, y para tus amigos y parientes que son Cristianos y quieren que formes parte de la familia más maravillosa que jamás conocerás, la familia de Dios, si aún no eres parte de ella. Es importante para este siervo, que decidió escribirte sobre esto.
Si eres mi hermano o hermana, en Cristo, por favor quiero que sepas cuánto te amo y cuánto quiero animarte a vivir la vida cristiana, no sólo a conocerla, o a hablar de ella, sino a ser un verdadero Cristiano. Si aún no eres Cristiano, porque aún no has obedecido el Evangelio, ¿qué estás esperando? Si tienes preguntas, todo Cristiano que te conozca estará más que contento de estudiar la palabra de Dios contigo y aclarar tus dudas. Esto es parte del compromiso del que acordamos con nuestro Señor cuando obedecimos el Evangelio.
Este escritor quiere terminar este artículo, citando un versículo más de la Biblia, uno que, en mi opinión, resume lo que se ha discutido a través de este artículo, uno que es mi pasaje favorito de las Escrituras, y este es Colosenses 3:17,
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
No seamos sólo ratones de biblioteca u oidores de la Palabra, sino los hacedores que sirven a Dios y están agradecidos con Él, sometiéndonos a Su Voluntad, que nos es revelada maravillosamente a todos, a través de Su Palabra.
Que Dios te bendiga ricamente hoy y siempre.