Es posible que ya hayas escuchado o leído sobre esta ilustración. Esta es la versión que recuerda este escritor,
Se trata de una computadora costosa, un técnico y un jefe ejecutivo. La computadora dejó de funcionar y la compañía no puede operar sin ella, el técnico fue, miró el equipo, lo apagó y luego procedió a apretar un tornillo muy pequeño. Enciende la computadora, y “voilà”, funciona de nuevo, sin ningún problema. Cuando el jefe ejecutivo preguntó “¿cuánto le debo?”, el técnico simplemente dijo: “$1000”.
“¿Qué?”, dice el jefe ejecutivo, “¿$1000 por algo tan simple?”, “¡Te pagaré si me das una factura detallada sobre por qué tanto dinero por ese trabajo!” Al día siguiente, el técnico llegó con los siguientes detalles en la factura:
- Apretar el tornillo: $ 001.00
- Saber qué tornillo apretar: $ 999.00
Él recibió su pago tras eso.
Por lo general, este tipo de historias es compartido por emprendedores, en una forma de explicar cómo son dignos de cobrar por algo que diseñaron, hicieron, publicaron, y luego vendieron, por lo general, con precios mayores que cosas similares que se pueden comprar en una tienda muy popular. ¡Ellos están en lo correcto! No es lo mismo comprar algo hecho a mano que algo que se produce en masa y a bajo costo. Este escritor está seguro de que muchos estarán de acuerdo con esto. Pero, y siempre hay un pero, ¿qué pasa con un predicador?
¿Alguna vez escuchaste estas palabras, “Oh, él solo trabaja un par de horas cada domingo”? Para los que afirman esto, “¿están seguros de eso?”, “¿Tienen pruebas o evidencia para decir eso?”
La semana pasada, en el boletín de la congregación, compartimos una traducción al español del popular texto “El Predicador Perfecto” que generalmente se comparte por correo electrónico o redes sociales. Todos los que leen eso pueden darse cuenta de que no existe un predicador perfecto caminando sobre esta tierra. El único que es digno de ser descrito de esa manera es nuestro Señor Jesucristo. Todos cometemos errores. Todos tenemos problemas Todos tenemos dificultades y luchas en esta vida. Pero, el predicador solo trabaja un par de horas cada semana. Como predicador, este escritor no está buscando defenderse, o recibir simpatía ( “oh, pobre de mí”), pero sólo desea poner en perspectiva una realidad que muchos ignoran.
¿Has visitado la oficina de tu predicador recientemente? Estoy seguro de que no está hecha de un escritorio cubierto de flores o adornos en los libreros. No hay duda de que la Biblia es lo que predicamos y enseñamos, pero hay muchos libros más que nos ayudan a conocer el significado de una palabra o a comprender mejor cierto tema o situación. Los predicadores generalmente tienen libros, muchos libros, y no son para decoración, sino para continuar su estudio y preparación. Muchos pasaron años, ya sea en escuelas de predicación o universidades cristianas, para prepararse para defender la verdad, alcanzar a los perdidos, edificar a los santos, etc. Cuando vas al médico, ¿esperas que te diga: “Hola, estás enfermo, aquí está tu receta, adiós”, ¿sin siquiera saber qué está pasando? O, en el peor de los casos, ¿no tiene idea de cuáles son tus síntomas o enfermedad? “Oh, sí, y le acabo de pagar $ 200 para decirme «Hola»”. Valoramos el tiempo que el personal médico, los abogados y otros profesionales dedicaron a su preparación, pero generalmente subestimamos los mismos esfuerzos que realizan los predicadores o los maestros de la Biblia.
“Pero, lo único que él hace es leer y citar la Biblia”. Esa no es la verdad. Primero, la Biblia es el libro que TODOS deben leer, y también deben poder citar. No se trata de “repetir como un loro”. No se trata de dar una referencia bíblica a todo lo que alguien dice, especialmente si la referencia no tiene ninguna relación con lo que se ha dicho. “¿Oh cómo estás? Hola, estoy bien, Juan 3:16”. Así que, los predicadores leen la Biblia, la estudian, se sumergen en ella o, como dicen algunas de nuestras hermanas, “profundizan en ella” de modo que la lección o el mensaje puedan estar preparados para y ser entendidos por nuestros hermanos, y así, cuando la referencia sea citada o mencionada, haga sentido para los que escuchan o para los que leen.
¿Fuiste a la oficina del predicador y él no estaba allí? “Oh, bueno, podría estar jugando al golf o viendo la película más nueva de Netflix en casa”. Durante el corto tiempo en el ministerio, este escritor ha tenido que ir con su esposa a la casa de una hermana porque no se sentía bien, o al hogar de un hermano porque había una emergencia, o visitar a alguien que llamó pidiendo un estudio bíblico, o visitar a un hermano o hermana en el hospital, o tocar puertas para que la comunidad sepa que la iglesia está allí para ellos, o hacer mandados porque hay algunas cosas que se requieren para un próximo evento de la congregación. En algunos casos, puede ser que el predicador no esté en su oficina porque está enfermo en casa y podría estar trabajando desde allí o preparándose para ir al médico, pero ¿el visitante llamó primero para saber sobre él?
¿Qué tiene esto que ver con el costoso tornillo? El jefe ejecutivo estaba preocupado porque su negocio podría perder ingresos mientras la computadora no funcionaba. El tornillo no fue lo que era caro, sino saber cuál y cómo funcionaba. Es posible que una congregación no necesite contratar a un predicador, pero es una muy buena conveniencia. La congregación puede no considerar al predicador como digno, pero nuestro Padre celestial, nuestro Señor y el Espíritu Santo saben lo que vale, ¿cómo?
“porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! [todo énfasis añadido, MR]” ( Romanos 10:13-15).
Sabes, todos deberíamos ser predicadores, pero hay algunos que decidieron dedicar sus vidas a hacerlo, todos los días. También es verdad que algunos “predicadores” no están haciendo su trabajo, y eso es triste, pero no la regla. Son una minoría. Algunos de ellos podrían comenzar a fallar porque “puede ser verdad que los hermanos solo quieren que trabaje un par de horas cada domingo solamente”, así que simplemente hacen eso. ¿Qué tan cercano eres con tu predicador? ¿Qué tan alentador eres para tu predicador? ¿Cuándo fue la última vez que le diste las gracias por lo que hace? ¿O agradeciste a su familia (ellos sufren cuando escuchan esas cosas sobre su proveedor)?
Tu predicador se preocupa por tu alma, y no solo por la suya, sino también por el alma de tu familia, y de la suya, de tu prójimo, y de su prójimo, y de toda alma que pueda alcanzar, donde pueda ser plantada la semilla de Dios, y, Dios primero, ser buen suelo.
¿Cuán digno es tu predicador? No es solo una herramienta o un tornillo, sino que es más costoso que cualquier otra cosa en este mundo, porque él también es un alma que Dios quiere de vuelta, con Él, en el cielo.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? [énfasis añadido, MR]” (Mateo 16:24-26).
Trabajemos juntos para agradar a Dios en todo lo que hacemos, recordando que todos somos parte de Su hermosa familia, y que, juntos, cuando llegue ese día, podemos lograrlo, ir al cielo y verle cara a cara. A Él sea toda la gloria.